La criature tenía la cara de un lobo y la espalda y el pecho de un hombre. No hacía más que mirarme con sus ojos negros brillantes, mientras me enseñaba unos dientes afilados. Observé horrorizado los enormes colmillos. Entonces, antes de que yo pudiera echar a correr, el hombre lobo se irguió sobre sus patas traseras y lanzó un poderoso aullido, saltó sobre mi hombro y me clavó las garras con todas sus fuerzas.